viernes, 6 de junio de 2008

Cómo bendecir

CÓMO BENDECIR

1. Consignas conciliares

El Bendicional comienza recordando las pistas que el Concilio Vaticano II marcó, para hacer de las bendiciones una vivencia, alejándose de toda especie de magia: "Revísense los sacramentales [léase, bendiciones], teniendo en cuenta la norma fundamental de la participación consciente, activa y fácil de los fieles, y atendiendo a las necesidades de nuestros tiempos" (SC 79).

A la hora de llevar a cabo esas consignas, el Bendicional ha potenciado los siguientes criterios:

a) La participación activa y consciente de los fieles: Son más importantes las personas y su actitud de fe que los objetos y los lugares que se bendicen.

b) El tono celebrativo: Evitando toda fórmula aislada de un contexto de fe. Se trata de una especie de "celebración de la Palabra" o una paraliturgia, con asistencia de personas, en clima de fe y oración, realzando el papel de Dios y de la Iglesia.

c) Prioridad de la Palabra de Dios: Hay que evitar todo automatismo o peligro de olor mágico en torno a un gesto (cruz) o una palabra humana. La bendición es un encuentro dialogal entre Dios y los humanos.

d) Importancia de las personas: Son ellas las que entran en una doble dirección: un Dios que bendice al ser humano (junto con su mundo material), y el ser humano que, dentro de su mundo cósmico, bendice a Dios y entra en su órbita.

e) El papel de los laicos. Quedan algunas "bendiciones reservadas", pero no por criterios de clérigos y laicos, sino por criterios de "territorio": diocesano, parroquial (donde actúa el obispo o el párroco), familiar y otros afines (donde un laico puede realizar la bendición, como miembro del pueblo sacerdotal de Cristo).

2. Bendecir evangelizando

En el número 19 del Bendicional se habla de la "importancia de las bendiciones", su "significado y eficacia", el "verdadero significado de los ritos y preces que emplea la Iglesia en las bendiciones". Entre los medios se cuentan: la misma celebración, la catequesis y la predicación.

Pero hay que añadir otro aspecto importantísimo: la dimensión evangelizadora de las bendiciones. Esta dimensión y eficacia evangelizadora se realiza por la Palabra proclamada, la oración de la Iglesia, los signos y los gestos que acompañan a la bendición. El signo de la cruz es el más importante de cara a la evangelización, por su referencia al Misterio Pascual, pero debe ir siempre acompañado de la palabra, "para hacer más activa la participación y evitar el peligro de superstición" (Bendicional 27).

3. Bendecir en comunidad

Las "orientaciones" del Bendicional quieren asegurar la eficacia de las bendiciones. Por eso piden moverse en criterios de la pastoral, sopesar las circunstancias de las cosas y los asistentes, prestar atención a la recta disposición de ánimo de los que las piden. Para eso se prefieren las bendiciones en plan celebrativo de la Palabra, algo diferente de una bendición breve, rápida y particular.

De ese modo se pasa a otro criterio importante, que es la participación de los fieles. Por eso se ha de preferir la celebración comunitaria de las bendiciones a la individual. Y, en las individuales o particulares, se ha de asegurar la presencia de algún fiel.

Conviene que en la celebración de las bendiciones actúen varias personas con papeles y ministerios diferentes (diácono, lector, salmista, coro). Se indica también la conveniencia y la posibilidad de unir las bendiciones con otra celebración, favoreciendo todo cuanto pueda aprovechar para una participación bendicional consciente, activa y adecuada de los asistentes.

4. Bendecir con la Palabra y el gesto

La lectura de la Palabra de Dios y la oración de la Iglesia nunca se han de omitir. Y pueden mejorar mucho si se tiene en cuenta el tiempo litúrgico. Aquí se puede hablar de elementos principales, que serían: la proclamación de la Palabra, la inserción de salmos o cánticos, y la plegaria común. Los otros elementos son considerados como menos importantes: las moniciones, la exhortación, la homilía.

Respecto a los gestos posibles, las citadas "orientaciones" mencionan expresamente cinco: las manos alzadas y abiertas para orar, la imposición de manos, el signo de la cruz, la aspersión con el agua bendita y la incensación. También las vestiduras pueden considerarse como signos, según el rango del ministro y las disposiciones pertinentes.

5. Bendiciones imposibles

No hay que olvidar que se bendice sólo lo que va en bien de los humanos o en alabanza de Dios. De ese principio se deduce una lógica excepción en la celebración o impartición de las bendiciones:

Nada de lo que puede dañar a los humanos es bendecible. Ni por nada de lo que los puede dañar podemos bendecir a Dios. Por ejemplo, una guerra, unas armas, un negocio sucio, un lugar dañino, unas muertes violentas, una venganza, un local de alterne, un local de comercio injusto, una fábrica de armas...

También conviene añadir a esta lista la imposibilidad o la no conveniencia de bendecir cosas (cuernitos, manitas, piedras…) o situaciones rayanas en la magia, como sería el bendecir un boleto de lotería y cosas semejantes. Las bendiciones suponen un ámbito de fe, no de superstición.

Por eso, conviene recordar a los destinatarios, que las bendiciones no pueden garantizar la desidia ni hacer inmunes a nadie ni a nada, sin la colaboración humana. Recuérdese, por ejemplo, que la bendición de los vehículos no puede subsanar los efectos negativos del alcohol o las imprudencias en su conducción.

Conclusión

¿Qué hacer cuando nos piden bendiciones? Llenarse de paciencia infinita, alejar toda prisa, acordarse de Jesús y los suyos, "que no tenían ni tiempo para comer" (Mc 6,31). Todo, menos maltratarlos. Y tener en cuenta la consigna del turismo: Un turista bien tratado, trae tres más; un turista mal tratado espanta tres más.

Luego, aunque sea sobre la marcha, tratar de hacer el gesto bendicional (cruz o imposición de manos), con una oración de contenido bíblico, despacio, con claridad evangelizadora. Por ejemplo: "Alaben al Señor, todas las naciones; aclámenlo, todos los pueblos. Y la bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santa descienda sobre... y permanezca para siempre. Amén".

Y, después de tanta bendición breve de emergencia, no estará mal dársela uno mismo, santiguándose: "La paciencia de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre mí y me acompañe siempre".