jueves, 31 de diciembre de 2009
de Argelio
jueves, 24 de diciembre de 2009
Y ¿por qué el belén y el árbol?
Vivimos cambios muy profundos que nos afectan a todos. De modo especial está cambiando nuestro modo de mirarnos a nosotros mismos, nuestro mundo de valores y relaciones. Cosas que hasta hace un par de generaciones parecían inamovibles, hoy son valoradas de modo muy diverso. En general, estos cambios culturales, no rechazan Navidad. Casi diría que la aprovechan: aumenta el consumo, se programan fiestas y visitas, regalos y vacaciones. No es que me oponga a esto, pero temo que se corre el serio riesgo de despojar a la Navidad de su principal sentido. ¡Cuánto quisiera ayudar a los cristianos a volver a mirar Navidad con los ojos y el corazón de gente realmente creyente!
Al reflexionar sobre esta preocupación me preguntaba: ¿No será necesario descubrir algo más en el pesebre? La figura del “Belén”, como se llama también al pesebre, se ha divulgado mucho. La tenemos representada de mil formas y colores en pinturas, tallas y dibujos. Nos parece bastante conocida. Quizás muy pocos consideran necesario preguntarse de qué se trata. Pocos también los que tienen tiempo para detenerse a contemplarlo. No obstante, contiene y esconde un misterio revelador, capaz de provocar una inmensa alegría, que nunca terminamos de descubrir, ni de gozar en plenitud. En la piedad cristiana, el nacimiento de Cristo es un misterio de gozo.
Siempre me ha gustado observar con curiosidad las formas de los pesebres, como también las poesías y canciones que éste ha inspirado. En una antigua y bella narración simbólica, retomada una y otra vez, se cuenta que al pesebre llega una mujer anciana, de cabellos grises, encorvada y triste, llevando algo en
Se me ocurre que algo parecido pasa con el conocido arbolito de Navidad. No son muchos los que saben de dónde viene esta costumbre, y por qué se ha hecho tradicional como símbolo de Navidad. Dejo por ahora detalles de historia y cultura. Pero con la misma inquietud antes mencionada, me pregunto: ¿Qué nos falta descubrir quizás en el árbol de Navidad?
En este símbolo navideño se destaca sobre todo el color. Es bien verde, porque está lleno de vida. De él cuelgan esferas de múltiples colores, luces brillantes, y adornos variados, que lo hacen muy bello. Árbol florecido, entonces, cargado de ricos frutos, que superan a la misma naturaleza. El creyente, recuerda que hubo al comienzo otro árbol, donde las primeras personas creadas se rebelaron contra Dios, porque no quisieron aceptar de Él límites ni prescripciones. Y más tarde, otro árbol, donde Jesús entregó su vida por amor, a fin de que los rebeldes fueran perdonados, y pudieran volver a ser amigos de Dios, que es la mejor de las vidas. Este segundo árbol, era hermoso también, decorado con perlas rojas de sangre, derramada por amor. Los frutos vistosos y sabrosos son signo de buenas obras y sentimientos nobles. Frutos que salen de adentro, que el Espíritu hace brotar: “amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza...”. Jesús también había usado la imagen del árbol, para que nadie se engañe: los frutos buenos, provienen del buen árbol. “Cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca”.
El arbolito de Navidad, entonces, cargado de luces y colores, representa la vida nueva que proviene de la esperanza puesta en Cristo, nacido para morir por los hombres en el árbol de
De todo corazón quiero desear Feliz Navidad a todos los ustedes, de cualquier condición, edad y creencia. Me complace ser de alguna manera padre y pastor de todos. Mi saludo y augurio de felicidad, está cargado del sentido antes recordado. Les conceda Jesús encontrar en Él: la fuerza que sana, rejuvenece y alegra; el vigor interior suficiente para llevar una vida recta, honesta, comprometida con los demás. Esa es la felicidad que pido para ustedes. ¡Dios los bendiga!