Es una demostración continua de la presencia activa del Espíritu Santo en cultura y costumbres propias de cada lugar en todos los tiempos.
En efecto, esas mismas costumbres religiosas, transmitidas de generación en generación, son verdaderas lecciones de vida cristiana: desde las oraciones personales, o de familia, que habéis aprendido directamente de vuestros padres, hasta las peregrinaciones que convocan a muchedumbres de fieles en las grandes fiestas de vuestros santuarios.
De ahí que sea muy digna de elogio la firme voluntad de fomentar todos los valores de la religiosidad conservados por el pueblo. Por mi parte quiero –dice Juan Pablo II- repetir ante vosotros lo que ya les dije: "Es pues, necesario valorizar plenamente la piedad popular, purificarla de indebidas incrustaciones del pasado y hacerla plenamente actual. Esto significa evangelizarla, o sea, enriquecería de contenidos salvíficos portadores del misterio de Cristo y del Evangelio" (
Todas las devociones populares genuinamente cristianas han de ser fieles al mensaje de Cristo y a las enseñanzas de
La piedad popular ha de conducirnos siempre a la piedad litúrgica, esto es, a una participación consciente y activa en la oración común de
Estas celebraciones de
Que esos momentos de conversión profunda y de encuentro gozoso en
Las fiestas de los patronos de cada lugar, los tiempos de misión, las peregrinaciones a los santuarios, son como invitaciones que el Señor dirige a toda la comunidad -y a cada uno-, para avanzar por el camino de la salvación. Pero no estéis esperando a que vengan esas grandes festividades: acudid a
Que en ninguna de vuestras jornadas falten momentos de oración personal o familiar dentro de esa iglesia doméstica que es el propio hogar, para que toda vuestra existencia se vea como inundada por la luz y la gracia de Dios.