HUMOR RECOGIDO DE UN BLOG AMIGO
En estos días estivales vamos a variar nuestra habitual y seria colaboración relatando algunas anécdotas sobre temas litúrgicos y religiosos en general, para ayudar a los lectores a refrescarse con unas sonrisas, en tono respetuoso y humorístico. Comenzamos.
Se cuenta que en una ocasión, el cardenal Bueno Monreal (arzobispo de Sevilla) revestido de capa pluvial y muy ceremonioso, se disponía en una Función solemne a impartir la bendición con el Santísimo. A veces, el Señor se oculta poniendo una capucha en la custodia cuando se suspende la adoración. Por alguna extraña circunstancia resultó que la Hostia consagrada no estaba en el viril. Alguien la había reservado.
Cuando el maestro de ceremonias destapó la custodia, con el cardenal arrodillado y dispuesto con el incensario y todo el pueblo atento, se llevaron la sorpresa de que el viril estaba vacío. Se estableció el siguiente dialogo:
–¿Eminencia, y ahora que hacemos? –preguntó consternado el maestro de ceremonias.
– El ridículo, hijo mío, el ridículo –contestó el cardenal.
Humor no le faltaba al prelado.
También se cuenta de una familia noble que allá por el siglo XVII habitaba en Sevilla que se consideraban familiares de Jesús ya que eran de origen judío y descendientes de la tribu de David. Tan es así que, cuando rezaban el rosario con la servidumbre, decían las avemarías de la siguiente manera:
· Dios te Salve María, Madre de Dios y prima mía, llena eres de gracia....–decía la señora, y respondían todos
· Santa María, Madre de Dios y prima de Usía, ruega por nosotros....
Por presumir de ascendientes que no quede.
Se dice de un catalán que fue a Tierra Santa y visitó el lago Tiberiades. Los catalanes tienen fama, infundada, de tacañería y ahorradores. En el lago se ofrecían barcas de alquiler para los turistas al precio de 50 euros.
Nuestro amigo el catalán protestó por el precio.
–Oiga, ¿no le parece un abuso cobrar esa cantidad por un paseo en barco?
–Tenga usted en cuenta que por sus aguas hace dos mil años anduvo nuestro Señor Jesucristo –replicó el empleado.
–Pues no me extraña nada. ¡Con estos precios! –replicó nuestro amigo.
La salud de los Papas era, hasta no hace mucho, objeto de un secretismo que limitaba con lo ridículo. Así, se cuenta de un Papa que en su parte de defunción y en la nota que dio a la prensa el Vaticano se decía: “En el día de hoy Su Santidad...... ha fallecido en perfecto estado de salud”.
Seguramente la anécdota no será verdad, pero quiere reflejar una situación hoy felizmente superada.
Finalizamos con otra anécdota de Papas. León XIII tuvo un pontificado larguísimo, de los más largos de la historia de la Iglesia, superando los veinticinco años (sólo superado por San Pedro, Pío XI y Juan Pablo II). Tanto que los cardenales comentaban entre sí: “El Espíritu Santo nos iluminó para que eligiesemos a un Santo Padre pero no a un Padre Eterno”.
Tras el descubrimiento de América, al poco se importó la costumbre de fumar tabaco, cosa que los españoles veían hacer a los nativos del Nuevo Mundo. El debate sobre su licitud se trasladó al campo eclesiástico. Se debatía, entre otras cuestiones, si el uso del tabaco rompía o no el ayuno cuaresmal y el ayuno eucarístico. La anécdota se refiere a los franciscanos y a los jesuitas, religiosos que el pueblo identifica con inocencia bondadosa por un lado y astucia inteligente por otro.
Así, en la polémica sobre el consumo del tabaco, los franciscanos preguntaron a Roma si podían fumar mientras rezaban y les respondieron que no. En cambio los jesuitas preguntaron si podían rezar mientras fumaban, y les respondieron que sí.
Más cercano en el tiempo, se cuenta que en un pueblo del Aljarafe sevillano muy rociero acudió una vez el cardenal a presidir la Función principal. Tras la misma, saludó a los vecinos que se le acercaban y uno de los lugareños, para adularle, le espetó con ánimo de agradar la siguiente frase:
–¡Es usted tan buen cardenal como lo fue su padre¡ –sin reparar en que los cardenales tiene padre, evidentemente, pero no pueden tener hijos.
Hubo que explicarle después que el halago fue una metedura de pata.
La religiosidad popular es vivero de numerosas anécdotas. Se cuenta de una hermandad muy pobre radicada en un lejano pueblo serrano. Sólo tenían una imagen y dos devociones: San Antón y la Inmaculada. Así que, ni cortos ni perezosos, transformaban a su única imagen según conviniera.
De esa manera, surgió el dicho siguiente: “Si lleva barbas es san Antón, si no la Purísima Concepción”.
Terminamos con algunos anuncios parroquiales que circulan por Internet.
En un folleto sobre la Liturgia de la Vigilia pascual en una parroquia se decía lo siguiente: “El presbítero encenderá su vela del cirio pascual y le dará luz al diácono; posteriormente el diácono encenderá uno a uno a toda la primera fila”.
¡Cuidado con el diácono!
En otra parroquia se avisaba que “el coro de mayores dejará de intervenir en las misas durante el verano, con el agradecimiento de toda la parroquia”.
¡No lo harían demasiado bien cuando les agradecen el descanso!
Finalizamos con otro aviso que en esta ocasión advertía que “la misa finalizaría con un responso cantado por todos los difuntos”. Difuntos cantarines.