Escribe Joseph Ratzinger en su obra El espíritu de la liturgia:
La religiosidad popular es el humus sin el cual la liturgia no puede desarrollarse. Desgraciadamente muchas veces fue despreciada e incluso pisoteada por parte de algunos sectores del Movimiento Litúrgico y con ocasión de la reforma postconciliar.
Y, sin embargo, hay que amarla, es necesario purificarla y guiarla, acogiéndola siempre con gran respeto, ya que es la manera con la que la fe es acogida en el corazón del pueblo, aun cuando parezca extraña o sorprendente.
Es la raigambre segura e interior de la fe.
Allí donde se marchite, lo tienen fácil el racionalismo y el sectarismo.