jueves, 11 de diciembre de 2008

La Piedad Popular y la Navidad

Vaticano: principios y orientaciones

sobre la piedad popular y la liturgia de la Navidad.

 

v     cfr. Vaticano, Directorio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del 9 de abril de 2002 

 

o       El tiempo de Navidad

 

106. En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, primicia de Israel que acoge al Salvador; la manifestación a los Magos, "venidos de Oriente" (Mt 2,1), primicia de los gentiles, que en Jesús recién nacido reconocen y adoran al Cristo Mesías; la teofanía en el río Jordán, donde Jesús fue proclamado por el Padre "hijo predilecto" (Mt 3,17) y comienza públicamente su ministerio mesiánico; el signo realizado en Caná, con el que Jesús "manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él" (Jn 2,11).

 

107. Durante el tiempo navideño, además de estas celebraciones, que muestran su sentido esencial, tienen lugar otras que están íntimamente relacionadas con el misterio de la manifestación del Señor: el martirio de los Santos Inocentes (28 de Diciembre), cuya sangre fue derramada a causa del odio a Jesús y del rechazo de su reino por parte de Herodes; la memoria del Nombre de Jesús, el 3 de Enero; la fiesta de la Sagrada Familia (domingo dentro de la octava), en la que se celebra el santo núcleo familiar en el que "Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y antes los hombres" (Lc 2, 52); la solemnidad del 1 de Enero, memoria importante de la maternidad divina, virginal y salvífica de María; y, aunque fuera ya de los límites del tiempo navideño, la fiesta de la Presentación del Señor (2 de Febrero), celebración del encuentro del Mesías con su pueblo, representado en Simeón y Ana, y ocasión de la profecía mesiánica de Simeón.

 

108. Gran parte del rico y complejo misterio de la manifestación del Señor encuentra amplio eco y expresiones propias en la piedad popular. Esta muestra una atención particular a los acontecimientos de la infancia del Salvador, en los que se ha manifestado su amor por nosotros. La piedad popular capta de un modo intuitivo:

            - el valor de la "espiritualidad del don", propia de la Navidad: "un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado" (Is 9,5), don que es expresión del amor infinito de Dios que "tanto amó al mundo que nos ha dado a su Hijo único" (Jn 3,16);

            - el mensaje de solidaridad que conlleva el acontecimiento de Navidad: solidaridad con el hombre pecador, por el cual, en Jesús, Dios se ha hecho hombre "por nosotros los hombres y por nuestra salvación"; solidaridad con los pobres, porque el Hijo de Dios "siendo rico se ha hecho pobre" para enriquecernos "por medio de su pobreza" (2 Cor 8,9);

            - el valor sagrado de la vida y el acontecimiento maravilloso que se realiza en el parto de toda mujer, porque mediante el parto de María, el Verbo de la vida ha venido a los hombres y se ha hecho visible (cfr. 1 Jn 1,2);

            - el valor de la alegría y de la paz mesiánicas, aspiraciones profundas de los hombres de todos los tiempos: los Ángeles anuncian a los pastores que ha nacido el Salvador del mundo, el "Príncipe de la paz" (Is 9,5) y expresan el deseo de "paz en la tierra a los hombres que ama Dios" (Lc 2,14);

            - el clima de sencillez, y de pobreza, de humildad y de confianza en Dios, que envuelve los acontecimientos del nacimiento del niño Jesús.

            La piedad popular, precisamente porque intuye los valores que se esconden en el misterio de la Navidad, está llamada a cooperar para salvaguardar la memoria de la manifestación del Señor, de modo que la fuerte tradición religiosa vinculada a la Navidad no se convierta en terreno abonado para el consumismo ni para la infiltración del neopaganismo.

 

La Piedad Popular y la Noche de Navidad

Vaticano: principios y orientaciones

sobre la piedad popular y la liturgia de la Navidad.

 

v     cfr. Vaticano, Directorio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del 9 de abril de 2002 

 

o       La Noche de Navidad

 

109. En el tiempo que discurre entre las primeras Vísperas de Navidad y la celebración eucarística de media noche, junto con la tradición de los villancicos, que son instrumentos muy poderosos para transmitir el mensaje de alegría y paz de Navidad, la piedad popular propone algunas de sus expresiones de oración, distintas según los países, que es oportuno valorar y, si es preciso, armonizar con las celebraciones de la Liturgia. Se pueden presentar, por ejemplo:

            - los "nacimientos vivientes", la inauguración del nacimiento doméstico, que puede dar lugar a una ocasión de oración de toda la familia: oración que incluya la lectura de la narración del nacimiento de Jesús según San Lucas, en la cual resuenen los cantos típicos de la Navidad y se eleven las súplicas y las alabanzas, sobre todo las de los niños, protagonistas de este encuentro familiar;

            - la inauguración del árbol de Navidad. También se presta a una acto de oración familiar semejante al anterior. Independientemente de su origen histórico, el árbol de Navidad es hoy un signo fuertemente evocador, bastante extendido en los ambientes cristianos; evoca tanto el árbol de la vida, plantado en el jardín del Edén (cfr. Gn 2,9), como el árbol de la cruz, y adquiere así un significado cristológico: Cristo es el verdadero árbol de la vida, nacido de nuestro linaje, de la tierra virgen Santa María, árbol siempre verde, fecundo en frutos. El adorno cristiano del árbol, según los evangelizadores de los países nórdicos, consta de manzanas y dulces que cuelgan de sus ramos. Se pueden añadir otros "dones"; sin embargo, entre los regalos colocados bajo el árbol de Navidad no deberían faltar los regalos para los pobres: ellos forman parte de toda familia cristiana;

            - la cena de Navidad. La familia cristiana que todos los días, según la tradición, bendice la mesa y da gracias al Señor por el don de los alimentos, realizará este gesto con mayor intensidad y atención en la cena de Navidad, en la que se manifiestan con toda su fuerza la firmeza y la alegría de los vínculos familiares.

 

110. La Iglesia desea que todos los fieles participen en la noche del 24 de Diciembre, a ser posible, en el Oficio de Lecturas, como preparación inmediata a la celebración de la Eucaristía de media noche. Donde esto no se haga, puede ser oportuno preparar una vigilia con cantos, lecturas y elementos de la piedad popular, inspirándose en dicho oficio.

 

111. En la Misa de media noche, que tiene un gran sentido litúrgico y goza del aprecio popular, se podrán destacar:

            - al comienzo de la Misa, el canto del anuncio del nacimiento del Señor, con la fórmula del Martirologio Romano;

            - la oración de los fieles deberá asumir un carácter verdaderamente universal, incluso, donde sea oportuno, con el empleo de varios idiomas como un signo; y en la presentación de los dones para el ofertorio siempre habrá un recuerdo concreto de los pobres;

            - al final de la celebración podrá tener lugar el beso de la imagen del Niño Jesús por parte de los fieles, y la colocación de la misma en el nacimiento que se haya puesto en la iglesia o en algún lugar cercano.

La Piedad Popular y la fiesta de la Sagrada Familia

Vaticano: principios y orientaciones

sobre la piedad popular y la liturgia de la Navidad.

 

v     cfr. Vaticano, Directorio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del 9 de abril de 2002 

 

o       La fiesta de la Sagrada Familia

 

112. La fiesta de la Sagrada Familia, Jesús, María y José (Domingo en la octava de Navidad) ofrece un ámbito celebrativo apropiado para el desarrollo de algunos ritos o momentos de oración, propios de la familia cristiana.

            El recuerdo de José, de María y del niño Jesús, que se dirigen a Jerusalén, como toda familia hebrea observante, para realizar los ritos de la Pascua (cfr. Lc 2,41-42), animará a que toda la familia acepte la invitación a participar unida, ese día, en la Eucaristía. Y resultaría muy significativo que la familia se encomendase nuevamente al patrocinio de la Sagrada Familia de Nazaret, la bendición de los hijos, prevista en el Ritual, y donde sea oportuno, la renovación de las promesas matrimoniales asumidas por los esposos, convertidos ya en padres, en el día de su matrimonio, así como las promesas de los desposorios con las que los novios formalizan su proyecto de fundar en el futuro una nueva familia.

            Pero más allá del día de la fiesta, a los fieles les agrada recurrir a la Sagrada Familia de Nazaret en muchas circunstancias de la vida: se inscriben con gusto en las Asociaciones de la Sagrada Familia, para configurar su propio núcleo familiar según el modelo de la Familia de Nazaret, y dirigen a la misma jaculatorias frecuentes, mediante las que se encomiendan a su patrocinio y piden la asistencia para el momento de la muerte.

La Piedad Popular y la fiesta de los Santos Inocentes

Vaticano: principios y orientaciones

sobre la piedad popular y la liturgia de la Navidad.

 

v     cfr. Vaticano, Directorio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del 9 de abril de 2002 

 

o       La fiesta de los Santos Inocentes

 

113. Desde el final del siglo VI, la Iglesia celebra el 28 de Diciembre la memoria de los niños a los que mató el ciego furor de Herodes por causa de Jesús (cfr. Mt 2,16-17). La tradición litúrgica los llama "Santos Inocentes" y los considera mártires. A lo largo de los siglos, en el arte, en la poesía y en la piedad popular, los sentimientos de ternura y de simpatía han rodeado la memoria de este "pequeño rebaño de corderos inmolados"; a estos sentimientos se ha unido siempre la indignación por la violencia con que fueron arrancados de las manos de sus madres y entregados a la muerte.

            En nuestros días los niños padecen todavía innumerables formas de violencia, que atentan contra su vida, dignidad, moralidad y derecho a la educación. Hay que tener presente en este día la innumerable multitud de niños no nacidos y asesinados al amparo de las leyes que permiten el aborto, un crimen abominable. La piedad popular, atenta a los problemas concretos, en no pocos lugares ha dado vida a manifestaciones de culto y a formas de caridad como la asistencia a las madres embarazadas, la adopción de los niños e impulsar su educación.

La Piedad Popular en el 31 de Diciembre

Vaticano: principios y orientaciones

sobre la piedad popular y la liturgia de la Navidad.

 

v     cfr. Vaticano, Directorio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del 9 de abril de 2002 

 

o       El 31 de Diciembre

 

114. De la piedad popular provienen algunos ejercicios de piedad característicos del 31 de Diciembre. Este día se celebra, en la mayor parte de los países de Occidente, el final del año civil. La ocasión invita a los fieles a reflexionar sobre el "misterio del tiempo", que corre veloz e inexorable. Esto suscita en su espíritu un doble sentimiento: arrepentimiento y pesar por las culpas cometidas y por las ocasiones de gracia perdidas durante el año que llega a su fin; agradecimiento por los beneficios recibidos de Dios.

            Esta doble actitud ha dado origen, respectivamente, a dos ejercicios de piedad: la exposición prolongada del Santísimo Sacramento, que ofrece una ocasión a las comunidades religiosas y a los fieles, para un tiempo de oración, preferentemente en silencio; al canto del Te Deum, como expresión comunitaria de alabanza y agradecimiento por los beneficios obtenidos de Dios en el curso del año que está a punto de terminar.

            En algunos lugares, sobre todo en comunidades monásticas y en asociaciones laicales marcadamente eucarísticas, la noche del 31 de Diciembre tiene lugar una vigilia de oración que se suele concluir con la celebración de la Eucaristía. Se debe alentar esta vigilia, y su celebración tiene que estar en armonía con los contenidos litúrgicos de la Octava de la Navidad, vivida no sólo como una reacción justificada ante la despreocupación y disipación con la que la sociedad vive el paso de una año a otro, sino como ofrenda vigilante al Señor, de las primicias del nuevo año.

La Piedad Popular y la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Vaticano: principios y orientaciones

sobre la piedad popular y la liturgia de la Navidad.

 

v     cfr. Vaticano, Directorio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del 9 de abril de 2002 

 

o       La solemnidad de santa María, Madre de Dios

 

115. El 1 de Enero, Octava de la Navidad, la Iglesia celebra la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. La maternidad divina y virginal de María constituye un acontecimiento salvífico singular: para la Virgen fue presupuesto y causa de su gloria extraordinaria; para nosotros es fuente de gracia y de salvación, porque "por medio de ella hemos recibido al Autor de la vida".

            La solemnidad del 1 de Enero, eminentemente mariana, ofrece un espacio particularmente apto para el encuentro entre la piedad litúrgica y la piedad popular: la primera celebra este acontecimiento con las formas que le son propias; la segunda, si está formada de manera adecuada, no dejará de dar vida a expresiones de alabanza y felicitación a la Virgen por el nacimiento de su Hijo divino, y de profundizar en el contenido de tantas formulas de oración, comenzando por la que resulta tan entrañable a los fieles: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores".

 

116. En Occidente el 1 de Enero es un día para felicitarse: es el inicio del año civil. Los fieles están envueltos en el clima festivo del comienzo del año y se intercambian, con todos, los deseos de "Feliz año". Sin embargo, deben saber dar a esta costumbre un sentido cristiano, y hacer de ella casi una expresión de piedad. Los fieles saben que "el año nuevo" está bajo el señorío de Cristo y por eso, al intercambiarse las felicitaciones y deseos, lo ponen, implícita o explícitamente, bajo el dominio de Cristo, a quien pertenecen los días y los siglos eternos (cfr. Ap 1,8; 22,13).

Con esta conciencia se relaciona la costumbre, bastante extendida, de cantar el 1 de Enero el himno Veni, creator Spiritus, para que el Espíritu del Señor dirija los pensamientos y las acciones de todos y cada uno de los fieles y de las comunidades cristianas durante todo el año.

 

117. Entre los buenos deseos, con los que hombres y mujeres se saludan el 1 de Enero, destaca el de la paz. El "deseo de paz" tiene profundas raíces bíblicas, cristológicas y navideñas; los hombres de todos los tiempos invocan el "bien de la paz" , aunque atentan contra el frecuentemente, y en el modo más violento y destructor: con la guerra.

            La Sede Apostólica, partícipe de las aspiraciones profundas de los pueblos, desde el 1967, ha señalado para el 1 de Enero la celebración de la "Jornada mundial de la paz".

            La piedad popular no ha permanecido insensible ante esta iniciativa de la Sede Apostólica y, a la luz del Príncipe de la paz recién nacido, convierte este día en un momento importante de oración por la paz, de educación en la paz y en los valores que están indisolublemente unidos a la misma, como la libertad, la solidaridad y la fraternidad, la dignidad de la persona humana, el respeto de la naturaleza, el derecho al trabajo y el carácter sagrado de la vida, y de denuncia de situaciones injustas, que turban las conciencias y amenazan la paz.

La Piedad Popular y la Solemnidad de la Epifanía del Señor

Vaticano: principios y orientaciones

sobre la piedad popular y la liturgia de la Navidad.

 

v     cfr. Vaticano, Directorio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del 9 de abril de 2002 

 

o       La solemnidad de la Epifanía del Señor

 

118. En torno a la solemnidad de la Epifanía, que tiene un origen muy antiguo y un contenido muy rico, han nacido y se han desarrollado muchas tradiciones y expresiones genuinas de piedad popular. Entre estas se pueden recordar:

- el solemne anuncio de la Pascua y de las fiestas principales del año; la recuperación de este anuncio, que se está realizando en diversos lugares, se debe favorecer, pues ayuda a los fieles a descubrir la relación entre la Epifanía y la Pascua, y la orientación de todas las fiestas hacia la mayor de las solemnidades cristianas;

            - el intercambio de "regalos de Reyes"; esta costumbre tiene sus raíces en el episodio evangélico de los dones ofrecidos por los Magos al niño Jesús (cfr. Mt 2,11), y en un sentido más radical, en el don que Dios Padre ha concedido a la humanidad con el nacimiento entre nosotros del Enmanuel (cfr. Is 7,14; 9,6; Mt 1,23). Es deseable que el intercambio de regalos con ocasión de la Epifanía mantenga un carácter religioso, muestre que su motivación última se encuentra en la narración evangélica: esto ayudará a convertir el regalo en una expresión de piedad cristiana y a sacarlo de los condicionamientos de lujo, ostentación y despilfarro, que son ajenos a sus orígenes;

            - la bendición de las casas, sobre cuyas puertas se traza la cruz del Señor, el número del año comenzado, las letras iniciales de los nombres tradicionales de los santos Magos (C+M+B) [en algunas lenguas], explicadas también como siglas de "Christus mansinem benedicat", escritas con una tiza bendecida; estos gestos, realizados por grupos de niños acompañados de adultos, expresan la invocación de la bendición de Cristo por intercesión de los santos Magos y a la vez son una ocasión para recoger ofrendas que se dedican a fines misioneros y de caridad;

            - las iniciativas de solidaridad a favor de hombres y mujeres que, como los Magos, vienen de regiones lejanas; respecto a ellos, sean o no cristianos, la piedad popular adopta una actitud de comprensión acogedora y de solidaridad efectiva;

            - la ayuda a la evangelización de los pueblos; el fuerte carácter misionero de la Epifanía ha sido percibido por la piedad popular, por lo cual, en este día tienen lugar iniciativas a favor de las misiones, especialmente las vinculadas a la "Obra misionera de la Santa Infancia", instituida por la Sede Apostólica;

            - la designación de Santos Patronos; en no pocas comunidades religiosas y cofradías existe la costumbre de asignar a cada uno de los miembros un Santo bajo cuyo patrocinio se pone el año recién comenzado.

La Piedad Popular y la fiesta del Bautismo del Señor

Vaticano: principios y orientaciones

sobre la piedad popular y la liturgia de la Navidad.

 

v     cfr. Vaticano, Directorio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del 9 de abril de 2002 

 

o       La fiesta del Bautismo del Señor

 

119. Los misterios del Bautismo del Señor y de su manifestación en las bodas de Caná están estrechamente ligados con el acontecimiento salvífico de la Epifanía.

            La fiesta del Bautismo del Señor concluye el Tiempo de navidad. Esta fiesta, revalorizada en nuestros días, no ha dado origen a especiales manifestaciones de la piedad popular. Sin embargo, para que los fieles sean sensibles a lo referente al Bautismo y a la memoria de su nacimiento como hijos de Dios, esta fiesta puede constituir un momento oportuno para iniciativas eficaces, como: el uso del Rito de la aspersión dominical con el agua bendita en todas las misas que se celebran con asistencia del pueblo; centrar la homilía y la catequesis en los temas y símbolos bautismales.

martes, 2 de diciembre de 2008

La Piedad Popular y el espíritu de Adviento

La Piedad Popular en el tiempo de Adviento

La piedad popular y el espíritu del Adviento

105. La piedad popular, a causa de su comprensión intuitiva del misterio cristiano, puede contribuir eficazmente a salvaguardar algunos de los valores del Adviento, amenazados por la costumbre de convertir la preparación a la Navidad en una "operación comercial", llena de propuestas vacías, procedentes de una sociedad consumista.

La piedad popular percibe que no se puede celebrar el Nacimiento de Señor si no es en un clima de sobriedad y de sencillez alegre, y con una actitud de solidaridad para con los pobres y marginados; la espera del nacimiento del Salvador la hace sensible al valor de la vida y al deber de respetarla y protegerla desde su concepción; intuye también que no se puede celebrar con coherencia el nacimiento del que "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,21) sin un esfuerzo para eliminar de sí el mal del pecado, viviendo en la vigilante espera del que volverá al final de los tiempos.

 

 

 

 

 

La Piedad Popular y La Virgen María en Adviento

La Piedad Popular en el tiempo de Adviento

La Virgen María en el Adviento

101. Durante el tiempo de Adviento, la Liturgia celebra con frecuencia y de modo ejemplar a la Virgen María: recuerda algunas mujeres de la Antigua Alianza, que eran figura y profecía de su misión; exalta la actitud de fe y de humildad con que María de Nazaret se adhirió, total e inmediatamente, al proyecto salvífico de Dios; subraya su presencia en los acontecimientos de gracia que precedieron el nacimiento del Salvador. También la piedad popular dedica, en el tiempo de Adviento, una atención particular a Santa María; lo atestiguan de manera inequívoca diversos ejercicios de piedad, y sobre todo las novenas de la Inmaculada y de la Navidad.

Sin embargo, la valoración del Adviento "como tiempo particularmente apto para el culto de la Madre del Señor" no quiere decir que este tiempo se deba presentar como un "mes de María".

En los calendarios litúrgicos del Oriente cristiano, el periodo de preparación al misterio de la manifestación (Adviento) de la salvación divina (Teofanía) en los misterios de la Navidad-Epifanía del Hijo Unigénito de Dios Padre, tiene un carácter marcadamente mariano. Se centra la atención sobre la preparación a la venida del Señor en el misterio de la Deípara. Para el Oriente, todos los misterios marianos son misterios cristológicos, esto es, referidos al misterio de nuestra salvación en Cristo. Así, en el rito copto durante este periodo se cantan las Laudes de María en los Theotokia; en el Oriente sirio este tiempo es denominado Subbara, esto es, Anunciación, para subrayar de esta manera su fisonomía mariana. En el rito bizantino se nos prepara a la Navidad mediante una serie creciente de fiestas y cantos marianos.

102. La solemnidad de la Inmaculada (8 de Diciembre), profundamente sentida por los fieles, da lugar a muchas manifestaciones de piedad popular, cuya expresión principal es la novena de la Inmaculada. No hay duda de que el contenido de la fiesta de la Concepción purísima y sin mancha de María, en cuanto preparación fontal al nacimiento de Jesús, se armoniza bien con algunos temas principales del Adviento: nos remite a la larga espera mesiánica y recuerda profecías y símbolos del Antiguo Testamento, empleados también en la Liturgia del Adviento.

Donde se celebre la Novena de la Inmaculada se deberían destacar los textos proféticos que partiendo del vaticinio de Génesis 3,15, desembocan en el saludo de Gabriel a la "llena de gracia" (Lc 1,28) y en el anuncio del nacimiento del Salvador (cfr. Lc 1,31-33).

Acompañada por múltiples manifestaciones populares, en el Continente Americano se celebra, al acercarse la Navidad, la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe (12 de Diciembre), que acrecienta en buena medida la disposición para recibir al Salvador: María "unida íntimamente al nacimiento de la Iglesia en América, fue la Estrella radiante que iluminó el anunció de Cristo Salvador a los hijos de estos pueblos".

La Piedad Popular y las Témporas de invierno

La Piedad Popular en el tiempo de Adviento

Las "Témporas de invierno"

100. En el hemisferio norte, en el tiempo de Adviento se celebran las "témporas de invierno". Indican el paso de una estación a otra y son un momento de descanso en algunos campos de la actividad humana. La piedad popular está muy atenta al desarrollo del ciclo vital de la naturaleza: mientras se celebran las "témporas de invierno", las semillas se encuentran enterradas, en espera de que la luz y el calor del sol, que precisamente en el solsticio de invierno vuelve a comenzar su ciclo, las haga germinar.

Donde la piedad popular haya establecido expresiones celebrativas del cambio de estación, consérvense y valórense como tiempo de súplica al Señor y de meditación sobre el significado del trabajo humano, que es colaboración con la obra creadora de Dios, realización de la persona, servicio al bien común, actualización del plan de la Redención.

La Piedad Popular y las Procesiones en Adviento

La Piedad Popular en el tiempo de Adviento

Las Procesiones de Adviento

99. En el tiempo de Adviento se celebran, en algunas regiones, diversas procesiones, que son un anuncio por las calles de la ciudad del próximo nacimiento del Salvador (la "clara estrella" en algunos lugares de Italia), o bien representaciones del camino de José y María hacia Belén, y su búsqueda de un lugar acogedor para el nacimiento de Jesús (las "posadas" de la tradición española y latinoamericana).

La Piedad Popular y la Corono de Adviento

La Piedad Popular en el tiempo de Adviento

La Corona de Adviento

98. La colocación de cuatro cirios sobre una corona de ramos verdes, que es costumbre sobre todo en los países germánicos y en América del Norte, se ha convertido en un símbolo del Adviento en los hogares cristianos.

La Corona de Adviento, cuyas cuatro luces se encienden progresivamente, domingo tras domingo hasta la solemnidad de Navidad, es memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo y símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia (cfr. Mal 3,20; Lc 1,78).

La Piedad Popular en Adviento

La Piedad Popular en el tiempo de Adviento

97. La piedad popular es sensible al tiempo de Adviento, sobre todo en cuanto memoria de la preparación a la venida del Mesías. Está sólidamente enraizada en el pueblo cristiano la conciencia de la larga espera que precedió a la venida del Salvador. Los fieles saben que Dios mantenía, mediante las profecías, la esperanza de Israel en la venida del Mesías.

A la piedad popular no se le escapa, es más, subraya llena de estupor, el acontecimiento extraordinario por el que el Dios de la gloria se ha hecho niño en el seno de una mujer virgen, pobre y humilde. Los fieles son especialmente sensibles a las dificultades que la Virgen María tuvo que afrontar durante su embarazo y se conmueven al pensar que en la posada no hubo un lugar para José ni para María, que estaba a punto de dar a luz al Niño (cfr. Lc 2,7).

Con referencia al Adviento han surgido diversas expresiones de piedad popular, que alientan la fe del pueblo cristiano y transmiten, de una generación a otra, la conciencia de algunos valores de este tiempo litúrgico.

lunes, 17 de noviembre de 2008

El pan de la palabra

La alegria del cielo se asoma a la tierra en cada celebración liturgica.

sábado, 25 de octubre de 2008

La memoria de los difuntos en la piedad popular

La memoria de los difuntos en la piedad popular

256. Al igual que la Liturgia, la piedad popular se muestra muy atenta a la memoria de los difuntos y es solícita en las oraciones de sufragio por ellos.

En la "memoria de los difuntos", la cuestión de la relación entre Liturgia y piedad popular se debe afrontar con mucha prudencia y tacto pastoral, tanto en lo referente a cuestiones doctrinales como en la armonización de las acciones litúrgicas y los ejercicios de piedad.

257. Es necesario, ante todo, que la piedad popular sea educada por los principios de la fe cristiana, como el sentido pascual de la muerte de los que, mediante el Bautismo, se han incorporado al misterio de la muerte y resurrección de Cristo (cfr. Rom 6,3-10); la inmortalidad del alma (cfr. Lc 23,43); la comunión de los santos, por la que "la unión... con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo, de ninguna manera se interrumpe; antes bien, según la constante fe de la Iglesia, se fortalece con la comunicación de los bienes espirituales": "nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor"; la resurrección de la carne; la manifestación gloriosa de Cristo, "que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos"; la retribución conforme a las obras de cada uno; la vida eterna.

En los usos y tradiciones de algunos pueblos, respecto al "culto de los muertos", aparecen elementos profundamente arraigados en la cultura y en unas determinadas concepciones antropológicas, con frecuencia determinadas por el deseo de prolongar los vínculos familiares, y por así decir, sociales, con los difuntos. Al examinar y valorar estos usos se deberá actuar con cuidado, evitando, cuando no estén en abierta oposición al Evangelio, interpretarlos apresuradamente como restos del paganismo.

258. Por lo que se refiere a los aspectos doctrinales, hay que evitar:

- el peligro de que permanezcan, en la piedad popular para con los difuntos, elementos o aspectos inaceptables del culto pagano a los antepasados;

- la invocación de los muertos para prácticas adivinatorias;

- la atribución a sueños, que tienen por objeto a personas difuntas, supuestos significados o consecuencias, cuyo temor condiciona el actuar de los fieles;

- el riesgo de que se insinúen formas de creencia en la reencarnación;

. el peligro de negar la inmortalidad del alma y de separar el acontecimiento de la muerte de la perspectiva de la resurrección, de tal manera que la religión cristiana apareciera como una religión de muertos;

- la aplicación de categorías espacio temporales a la condición de los difuntos.

259. Está muy difundido en la sociedad moderna, y con frecuencia tiene consecuencias negativas, el error doctrinal y pastoral de "ocultar la muerte y sus signos".

Médicos, enfermeros, parientes, piensan frecuentemente que es un deber ocultar al enfermo, que por el desarrollo de la hospitalización suele morir, casi siempre, fuera de su casa, la inminencia de la muerte.

Se ha repetido que en las grandes ciudades de los vivos no hay sitio para los muertos: en las pequeñas habitaciones de los edificios urbanos, no se puede habilitar un "lugar para una vigilia fúnebre"; en las calles, debido a un tráfico congestionado, no se permiten los lentos cortejos fúnebres que dificultan la circulación; en las áreas urbanas, el cementerio, que antes, al menos en los pueblos, estaba en torno o en las cercanías de la Iglesia – era un verdadero campo santo y signo de la comunión con Cristo de los vivos y los muertos – se sitúa en la periferia, cada vez más lejano de la ciudad, para que con el crecimiento urbano no se vuelva a encontrar dentro de la misma.

La civilización moderna rechaza la "visibilidad de la muerte", por lo que se esfuerza en eliminar sus signos. De aquí viene el recurso, difundido en un cierto número de países, a conservar al difunto, mediante un proceso químico, en su aspecto natural, como si estuviera vivo (tanatopraxis): el muerto no debe aparecer como muerto, sino mantener la apariencia de vida.

El cristiano, para el cual el pensamiento de la muerte debe tener un carácter familiar y sereno, no se puede unir en su fuero interno al fenómeno de la "intolerancia respecto a los muertos", que priva a los difuntos de todo lugar en la vida de las ciudades, ni al rechazo de la "visibilidad de la muerte", cuando esta intolerancia y rechazo están motivados por una huida irresponsable de la realidad o por una visión materialista, carente de esperanza, ajena a la fe en Cristo muerto y resucitado.

También el cristiano se debe oponer con toda firmeza a las numerosas formas de "comercio de la muerte", que aprovechando los sentimientos de los fieles, pretenden simplemente obtener ganancias desmesuradas y vergonzosas.

260. La piedad popular para con los difuntos se expresa de múltiples formas, según los lugares y las tradiciones.

- la novena de los difuntos como preparación y el octavario como prolongación de la Conmemoración del 2 de Noviembre; ambos se deben celebrar respetando las normas litúrgicas;

- la visita al cementerio; en algunas circunstancias se realiza de forma comunitaria, como en la Conmemoración de todos los fieles difuntos, al final de las misiones populares, con ocasión de la toma de posesión de la parroquia por el nuevo párroco; en otras se realiza de forma privada, como cuando los fieles se acercan a la tumba de sus seres queridos para mantenerla limpia y adornada con luces y flores; esta visita debe ser una muestra de la relación que existe entre el difunto y sus allegados, no expresión de una obligación, que se teme descuidar por una especie de temor supersticioso;

- la adhesión a cofradías y otras asociaciones, que tienen como finalidad "enterrar a los muertos" conforme a una visión cristiana del hecho de la muerte, ofrecer sufragios por los difuntos, ser solidarios y ayudar a los familiares del fallecido;

- los sufragios frecuentes, de los que ya se ha hablado, mediante limosnas y otras obras de misericordia, ayunos, aplicación de indulgencias y sobre todo oraciones, como la recitación del salmo De profundis, de la breve fórmula Requiem aeternam, que suele acompañar con frecuencia al Ángelus, el santo Rosario, la bendición de la mesa familiar.

Tomado del DIRECTORIO
SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

Toda vida necesita un buen GPS

La piedad de las personas vislumbran algo allá

Iglesias abiertas

Templos, iglesias y ermitas abiertas

 

"Es bueno que la iglesias de nuestra, nuestros templos estén abiertos cuantas más horas del día mejor. Llama mucho la atención, porque paradójicamente en un tiempo eminentemente religioso como es el previo a la Navidad, los centros comerciales están más tiempo abiertos que las mismas iglesias. Algo está fallando. Estamos invirtiendo los órdenes.

 

Es cierto que a veces no se puede pero, sinceramente, dudo si se hace todo lo que se puede. Existe un tipo de servicio, de ministerio, que se llama sacristán y que entre otras cosas se dedica a cuidar de que el templo en las horas que está abierto esté a buen recaudo. Hace unos días recibí un correo precioso que trataba sobre el bien que a una persona le hizo encontrarse con la Iglesia abierta, ponía lo siguiente:

 

“Esta mañana mi madre ha visitado una Iglesia. Me ha contado que ha pasado bastante rato en ella, que le ha parecido fantástico y muy de agradecer encontrarla abierta fuera del horario de Misa, que era una Iglesia alegre, luminosa, con un crucifijo nada ostentoso que le recordaba el verdadero sentido de la cruz. Me ha contado también que pensaba que el párroco de esa Iglesia debía ser un hombre, confiado por naturaleza y preocupado por sus fieles y por darles la oportunidad de rezar o encontrarse con Dios cuando "se lo pide el cuerpo", me ha dicho que el párroco le ha dado a ella la oportunidad de recuperar su fe al dejarle la puerta de la casa de Dios abierta.”

 

Esta carta contiene algo que me parece necesario tener en cuenta: la importancia de dejar la Iglesia abierta. Sé positivamente que hay templos que son una osadía dejarlos abiertos sin vigilancia, por eso, creo que es una tarea de todos el poder permitir que estén abiertas. Por eso le sugiero que si su iglesia está cerradas vea la mejor manera de intentar mantenerlas abiertas cuanto más tiempo mejor. Es tanto el bien que hace un templo abierto, pero como comprenderá el mochuelo no puede caer sólo sobre el párroco. Todos tenemos que poner el hombro y quizá sea tan fácil como ofrecer algo del tiempo que tenemos especialmente si estamos jubilados o con huecos en la agenda del día."

 

Fragmento de un programa de radio emitido en Andalucía “Palabras para la vida”

 

martes, 21 de octubre de 2008

Visitando una iglesia

Visitando una Iglesia

 

Casa habitada:

Las casas deshabitadas son frías; al entrar sueles sentir una desagradable sensación: no descubres "alma" en una casa deshabitada.

Algo así ocurre con los lugares religiosos deshabitados: transmiten un mensaje de vacío, de añoranza...

Una casa habitada se palpa: habrá orden o desorden..., pero algo nos dice que está habitada. Y por el orden o desorden nos damos cuenta de la calidad de sus habitantes.

La visita a una casa habitada nos informa de los gustos de los moradores, de los lugares que más usan, de los estilos decorativos, de las aficiones literarias, musicales, artísticas...Decimos: "Lo tienen con mucho gusto..."

Mostrar una casa es algo así como desvelarnos ante los demás. Los muros, las cosas, los muebles, el orden, todo nos revela.

Elegir lo que ponemos, lo que quitamos, dónde lo ponemos... es una forma de manifestar lo que somos, lo que nos hace felices, lo que nos hace estar bien y cómodos, el ambiente que creamos...

Para entender bien lo que hay en una casa necesitamos, además, la presencia y la palabra de los moradores que nos digan: esta bandeja me la regaló papá cuando todavía éramos novios: tiene 55 años. El transistor se lo compramos a Alberto. El mueble del comedor nos costo 75 Euros. De esta manta no me desprendo, la compré nada más casarnos y me costó 30 Euros.

Las cosas de una casa no son sólo cosas. Tienen alma, vida, historia, están cargadas de recuerdos, de esfuerzos, sacrificios, tienen nombres queridos detrás de ellas...

Quien sólo las ve por fuera, no descubre lo que encierran de historia familiar, de sentimiento, de recuerdo...

Nos tienen que explicar las cosas para darles valor...

 

Esta imagen de la casa es la que nos puede ayudar a comprender lo que es una iglesia habitada o deshabitada...

Siguiendo la imagen de la casa habitada, un desconocido que llega a una iglesia observará a qué dan importancia dentro del templo sus moradores: el recinto bautismal, el rincón del silencio y oración, el altar de la eucaristía, el presbiterio, el espacio para la Palabra, la música ambiental, la iluminación cuidada, los cuadros, las hojas...

 

(tomado de http://www.juanjauregui.es)

jueves, 16 de octubre de 2008

"SI, PERO NO, O AL CONTRARIO"

·  "SI, PERO NO, O AL CONTRARIO"

·  No es lo mismo un amigo que un conocido

·  *No es lo mismo servir a la Iglesia que servirse de la Iglesia

·  *No es lo mismo la creatividad que la ocurrencia

·  *No es lo mismo la devoción que el fanatismo

·  *No es lo mismo la solidaridad que dar unas monedas

·  *No es lo mismo oír misa que celebrar la Eucaristía

·  *No es lo mismo una peregrinación que una excursión

·  *No es lo mismo tener fe que tener creencias

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·  *No es igual la caridad que la limosna

·  *No es igual la amistad que juntarse a comer o beber

·  *No es igual la fraternidad que el compañerismo

·  *No es igual servir que figurar o aparentar

·  *No es igual participar en la liturgia que intervenir

·  *No es igual ver que mirar, oír que escuchar, gustar que sentir

·  *No es igual ser original que improvisar... por no preparar

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·  *La verdadera y sincera amistad se basa en la gratuidad

·  *La verdadera devoción a la Virgen nos lleva necesariamente a Jesús 

·  *La verdadera fe nos lleva a encontrarnos con Cristo en la Palabra, en los Sacramentos y en el Prójimo

·  *La verdadera esperanza se basa en la confianza

·  *El verdadero amor se demuestra con los hechos

 

miércoles, 15 de octubre de 2008

En Semana Santa se puede "cantar por soleares, bailar por sardanas...

Diario de Sevilla - En Semana Santa se puede "cantar por soleares, bailar por sardanas...:

"El cardenal arzobispo de Sevilla, monseñor Carlos Amigo, aseguró hoy en Valladolid que en Semana Santa se puede 'cantar por soleares como en el Sur, bailar por sardanas, o vivir en silencio como en Medina de Rioseco'.

Amigo destacó, en la inauguración del Congreso Latinoamericano sobre Religiosidad Popular que se celebra desde hoy hasta el viernes en la Facultad de Derecho de la Universidad vallisoletana, que, por encima de las distintas maneras que existen en España para vivir la religiosidad popular, se encuentran los valores de la Semana Santa. En este sentido apuntó que las principales características de esta época para los católicos son la Fe, la familia y la fiesta.

El cardenal explicó que a la misma hora, un día de Viernes Santo, puede salir una misma procesión en Sevilla y en Valladolid y, mientras la primera está acompañada por 'piropos, vítores y tres bandas de música', a la segunda la rodea un 'silencio sobrecogedor'. Pero, como apuntó Carlos Amigo, se trata de 'el mismo Evangelio'.

Por ello aseveró que la Semana Santa se puede 'cantar por soleares como en Sevilla, bailar por sardanas"

martes, 5 de agosto de 2008

La Piedad Popular, un tesoro

Sí, la piedad popular es un verdadero tesoro del Pueblo de Dios.

Es una demostración continua de la presencia activa del Espíritu Santo en la Iglesia. Es él quien enciende en los corazones la fe, la esperanza y el amor, virtudes excelsas que dan valor a la piedad cristiana. Es el mismo Espíritu el que ennoblece tantas y tan variadas formas de expresar el mensaje cristiano de acuerdo con la cultura y costumbres propias de cada lugar en todos los tiempos.

En efecto, esas mismas costumbres religiosas, transmitidas de generación en generación, son verdaderas lecciones de vida cristiana: desde las oraciones personales, o de familia, que habéis aprendido directamente de vuestros padres, hasta las peregrinaciones que convocan a muchedumbres de fieles en las grandes fiestas de vuestros santuarios.

De ahí que sea muy digna de elogio la firme voluntad de fomentar todos los valores de la religiosidad conservados por el pueblo. Por mi parte quiero –dice Juan Pablo II- repetir ante vosotros lo que ya les dije: "Es pues, necesario valorizar plenamente la piedad popular, purificarla de indebidas incrustaciones del pasado y hacerla plenamente actual. Esto significa evangelizarla, o sea, enriquecería de contenidos salvíficos portadores del misterio de Cristo y del Evangelio" (19 octubre 1984, n. 4).

Todas las devociones populares genuinamente cristianas han de ser fieles al mensaje de Cristo y a las enseñanzas de la Iglesia. Por eso habéis de comprender cuán bueno sea que vuestros Pastores, en el cumplimiento de la misión que les ha confiado el Señor, os ayuden a rectificar determinadas prácticas o creencias, cuando sea necesario, para que no haya nada en ellas contrario a la recta doctrina evangélica. Siguiendo con docilidad sus indicaciones, agradáis mucho al Señor y a la Virgen, pues quien oye a los Pastores de la Iglesia, oye al mismo Señor que los ha enviado (cf. Lc. 10, 16).

La piedad popular ha de conducirnos siempre a la piedad litúrgica, esto es, a una participación consciente y activa en la oración común de la Iglesia. Me consta que, como culminación de vuestras peregrinaciones, procuráis recibir con fruto el sacramento de la penitencia, mediante una sincera confesión de vuestros pecados al sacerdote, el cual os perdona en nombre de Dios y de la Iglesia. Luego asistís a la Santa Misa y recibís la comunión, participando así de ese gran misterio de fe y de amor, el Sacrificio de Cristo, que se renueva por nosotros en el altar.

Estas celebraciones de la Iglesia, hacia las cuales ha de encauzarse dócilmente la religiosidad popular son sin duda alguna momentos de gracia. En ellas, habéis notado seguramente cómo vibra vuestro corazón, a compás con los nobles sentimientos que vuestra oración y vuestra vida elevan a Dios.

Que esos momentos de conversión profunda y de encuentro gozoso en la Iglesia sean cada vez más frecuentes, especialmente para celebrar los sacramentos.

Las fiestas de los patronos de cada lugar, los tiempos de misión, las peregrinaciones a los santuarios, son como invitaciones que el Señor dirige a toda la comunidad -y a cada uno-, para avanzar por el camino de la salvación. Pero no estéis esperando a que vengan esas grandes festividades: acudid a la Misa dominical, santificando así el día del Señor, dedicado al culto divino, al legítimo descanso y a la vida de familia más intensa.

Que en ninguna de vuestras jornadas falten momentos de oración personal o familiar dentro de esa iglesia doméstica que es el propio hogar, para que toda vuestra existencia se vea como inundada por la luz y la gracia de Dios.

lunes, 14 de julio de 2008

el agua bendita

El agua bendita

El uso correcto y saludable del agua bendita empieza cuando comenzamos por relacionarla con el agua del bautismo, puerta de toda la religión cristiana y también de la vida eterna. Recibir el bautismo es entrar en comunión de destino con Cristo «porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido» (Gál 3:27), y es por ello hacerse miembro vivo de su Cuerpo, que es la Iglesia «porque en un solo Espíritu hemos sido bautizados todos para formar un solo cuerpo» (1 Cor 12:13).

En la liturgia, el agua es un símbolo exterior de la pureza interior. El agua es esencial para la celebración del bautismo. Significa la limpieza del pecado. "Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con El”
En la Santa Misa, unas gotas de agua se mezclan con el vino para indicar la unión de Cristo y los fieles y la sangre y el agua que brotaron del corazón de Cristo en la cruz.

La bendición con agua, usando acetre e hisopo o ramas de plantas, se utiliza como signo que nos recuerda el bautismo. Se utiliza en la misa en ocasiones especiales, como la Vigilia Pascual, bodas y funerales o para sustituir el acto penitencial, especialmente en los domingos pascuales.

El agua bendita se utiliza también muy frecuentemente como sacramental para bendecir personas o cosas.

La costumbre de hacer la señal de la cruz con el agua bendita contenida en una pila al entrar en las iglesias es un recuerdo del bautismo. No tiene sentido hacerlo al salir, sino al entrar.

Algunas cuestiones sobre el agua bendita.

¿Se puede beber el agua bendita?

La Iglesia no tiene ninguna instrucción que lo prohíba, siempre que no se caiga en superstición ni en atribuirle propiedades mágicas que no posee.

¿Se debe retirar el agua bendita de la pila en Adviento y en Cuaresma?

El agua bendita no se debe quitar ni en Adviento ni en Cuaresma. La Congregación para el Culto Divino ha definido: "No está permitido quitar el agua bendita de las fuentes durante la temporada de la Cuaresma". Según la Congregación, los fieles deben servirse frecuentemente de los sacramentos y sacramentales también en el tiempo de Cuaresma. Añadió que la práctica de la Iglesia es vaciar las fuentes de agua bendita para los días del Triduo Pascual (Viernes, Sábado) en los que no se celebra la Santa Misa, en preparación para la Vigilia Pascual.

¿Para qué puede usarse el agua bendita?

Con el agua bendita desde luego no repetimos el bautismo sino que hacemos memoria agradecida de él, mientras invocamos la bendición de Dios sobre nosotros y sobre nuestras cosas. De aquí el uso del agua bendita en las bendiciones de casas u otros objetos. Puede lícitamente utilizársele en aquellas cosas que tienen una referencia directa a Dios y la verdadera religión o en las que realmente transcurre nuestra vida de bautizados.

No procede usarla en los objetos de simple lujo (joyas, juguetes, mascotas…), ni en los lugares ajenos a nuestra voluntad y dedicados o propicios para lo mundano (discotecas, tabernas…), ni debería usarse con referencia a la que potencial y gravemente puede contradecir el amor divino (armas, negocios con ánimo de lucro…).

De todo ello se deduce en que no hay en esto superstición, sino espíritu de fe y de hijos. Caso distinto es en los que se supone que propiedades intrínsecas de esas aguas benditas son las que van a mejorar la «suerte» de sus usuarios. Bien aprovechada, el agua bendita es hermoso memorial y eficaz remedio.

Tomado del Blog la liturgia

jueves, 3 de julio de 2008

Camino de la fe

Camino de la fe

Sin afirmar que este sea el recorrido definitivo hasta llegar a la plenitud en el encuentro con el Señor, sí se puede afirmar que este es el recorrido mas habitual para la mayoría de las personas.

Primero comienzan con un acercamiento a las distintas formas de piedad o ejercicios piadosos y devociones, para luego ir ascendiendo hasta la Eucaristía.

La pena que puede llegar a darse es que muchas personas no lleguen a la meta sino que se queden en los "puentes" y no logren pasar a la "otra orilla".


miércoles, 2 de julio de 2008

Puente y fuente

La Piedad Popular es un verdadero puente hacia el Misterio, incluso puede ser hasta fuente de donde broten gracias de salvación.